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Artículos realizados por alumnos, ex-alumnos y colaboradores del área social del Institut Integratiu. Todas las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión del Institut Integratiu.
UN ÁRBOL EN LA TORMENTA
Formarse en Gestalt durante el Coronavirus
por Claudia Cantone
¡Qué tormenta fue la llegada del Coronavirus en la vida de todo el mundo!
Fue, y sigue siendo todavía, un verdadero shock la aparición del virus que causó la muerte de una gran cantidad de personas, el cierre de actividades laborales y el cambio repentino y profundo en nuestra forma de vivir.
Continuar la formación en Gestalt, de manera virtual, especialmente durante el confinamiento, fue muy importante para garantizar la continuación de un proceso de transformación personal y grupal que comenzó en octubre. Para mí fue como proteger un pequeño árbol recién implantado de una tormenta.
El Covid-19 golpeó primero China, después Italia, que a principio de marzo se vio obligada a cerrar sus fronteras por el elevado número de contagios.
En ese periodo estaba en Barcelona, donde debería haberme quedado hasta fines de marzo para trabajar y para seguir con la formación en Gestalt… Pero no sabía que mis planes habían sido aniquilados en un instante.
Día tras día los contagios empezaron a crecer también en Barcelona, los turistas a disminuir y los locales públicos a vaciarse. Perdí todo mi trabajo. Entonces tomé la decisión de volver a Italia.
Cuando llegué había un clima surrealista: Roma, mi ciudad, estaba desierta, las tiendas estaban cerradas, la policía urbana difundía a través de un altavoz el mensaje de no salir, bajo pena de una multa. Estaba muy enojada porque tenía la percepción que lo que se estaba extendiendo era más el miedo que el virus en sí.
Las medidas de contención me parecían exageradas y, sobre todo, los mensajes de los medios me resultaban manipuladores. Me sentía perseguida, castigada y culpable cada vez que salía de casa. Además, la pérdida del trabajo me preocupaba muchísimo. No tener ningún control sobre mi vida me ponía nerviosa, con ganas de rebelarme.
Una semana después el Instituto organizó la primera sesión online mediante Zoom. Cuando vi mis compañeros sentí un gran calor inundar mi cuerpo. Esta sensación me ayudó a buscar apoyo por parte del grupo y a expresar como me sentía durante el confinamiento.
Durante esta reunión, gracias también al acompañamiento de mi tutor, me di cuenta que, el hecho de no poder salir y de ser controlada por la policía, me llevaba de vuelta a mi pasado adolescente, cuando mi padre no me permitía salir de casa si no era para ir al colegio. Estaba mirando la situación que vivía en ese momento a través de “las lentes del pasado”. Condicionando mi capacitad de adaptación creativa hacia el entorno exterior. Me sentía ahogada y llena de impotencia. La vida parecia inmutable. Reconocí durante la sesión que las emociones que experimentaba durante la cuarentena eran las mismas que sentía durante “las cuarentenas paternas”: rabia, tristeza y miedo.
Mi padre no aceptaba ninguna mediación. Tenía tanto miedo de que me pasara algo que prefería encerrarme en casa, permitiéndome salir sólo para ir a la escuela. Cuando rompía esta prohibición o tentaba de expresar la necesidad de salir y de tener contactos con mis amigas, surgía una pelea que adquiría tonos verdaderamente agresivos, involucrando a toda la familia con consecuencias desastrosas. No podía compartir con nadie lo que sentía, tampoco con mi madre, porque ella también sufría a mi padre como un carcelero. Tenía que tragarme el dolor de la soledad y la amargura de no poder cambiar las cosas, así como durante el confinamiento por el coronavirus.
Pero la vida nos regala siempre muchas posibilidades de transformación, una de las cuales fue precisamente la sesión de Gestalt en la que esta vez, en cambio, mis necesidades fueron escuchadas en lugar de recibir una agresión. Creo que nunca olvidaré la sensación de contención y acompañamiento que experimenté durante esta reunión.
Permitiendo el transito de mi experiencia emocional y responsabilizandome de cómo vivirla, salió de ese atasco y retomé a dar agua a mi joven árbol para que no se sintiera solo. Fue como pasar la página de un libro para reescribir un nuevo capítulo en el que podía permitirme vivir la belleza de ser aceptada, escuchada y respetada.
¡El grupo de Gestalt estaba vivo a pesar del Coronavirus y nuestro viaje continuaba! Saber que habría reuniones posteriores y que el proceso de transformación personal y grupal continuaría, mantuvieron mi creatividad a pesar del aislamiento. El miedo y la rabia en relación al confinamiento poco a poco se desinflaron dejando espacio en nuevas formas de vivir mi cuarentena. Así el joven árbol, implantado en octubre, se enraizó y sobrevivió a la tormenta del Coronavirus.
